Cuando estamos dispuestos a trascender los obstáculos tendemos puentes que, cuando los cruzamos por primera vez, nos llevan a lugares en donde nunca antes habíamos estado.
Una mirada es un puente que se nos tiende para adentrarnos en esa otra orilla desconocida que es "el otro".
Y tambien hay puentes que nos señalan el camino de regreso al lugar del que vinimos.
Está claro que nadie nos obliga a atravesar esos puentes la primera vez. Somos curiosos, queremos saber qué es lo que hay fuera de nuestra orilla.
Y tan curiosos somos que, a veces, vemos puentes en donde no los hay y nos empeñamos en cruzarlos para darnos de bruces contra el peñasco.
Las guerras, de cualquier índole, destruyen puentes, de cualquier índole también. Pero, afortunadamente siempre hay alguien empeñado en reconstruirlo.
Pero un puente no se contruye de la noche a la mañana. Ninguno, diría, si debe soportar tiempo y tempestades.
Hay puentes de hierro y de piedra, de miradas, de palabras, de solidaridad. Pero el peor puente de todos, es el puente a ninguna parte. Es el más largo de todos. Y tiene que serlo, porque su secreto estriba en que no veas su final.
Pero ¿cómo saber si uno se está adentrando en uno de esos que no llevan a ningún lado?
Bueno, yo creo que hay que haber cruzado muchos puentes durante toda la vida para poder distinguir la fortaleza de cada uno e, incluso, el destino final. Pero, sobre todo, tener muy claro qué tipo de obstáculo sortea cada uno.
Cuando te das cuenta que estás en medio de un puente que no te lleva a ninguna parte, porque finge ser puente cuando su misión es llevarte a un abismo de nada, tienes dos opciones: desandar el camino, pensando solamente en que vas a salvarte del abismo o...
Toda decisión siempre es nuestra y sólo nuestra. Cruzar o no cruzar. Andar o desandar... Cuando desandar, muchas veces es para seguir avanzando.
Pero nuestra responsabilidad es la de tender puentes fuertes y seguros para que los demás se atrevan a cruzar a nuestro lado.
Nota I: Mi abuelo materno se dedicó a recontruir los puentes que la Guerra Civil Española derrumbaba. Él se llamaba Gabriel de la Puente Guerra. ¿Curioso, no? No tenemos la menor idea de cómo nos puede marcar un nombre. Pero eso lo dejo para otro post, que éste se lo dedico a él.
Nota II: El puente de la fotografía es un puente que no va a ninguna parte pero marca el centro del río Yalu, que separa la ciudad fronteriza norcoreana de Siniuju de Dandong, en China.
2 comentarios:
Todos los puentes son inventados por los Seres que necesitan renovar la fuerza de creer que el Cambio es posible.
Claro, los puentes no existen, los inventaba tu abuelito para que el dolor de la Guerra no sea eterno.
:)
Namaste/\
Gracias Cari... siempre con esa visión de detrás de cámara... me encanta!
Namasté
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