Un guerrero de la luz toma decisiones. Su alma es libre como las nubes en el cielo, pero él está comprometido con su sueño. En su camino libremente elegido, tiene que hacer algunos sacrificios. El guerrero es libre. Pero sabe que horno abierto no cuece pan. (Paulo Coelho)
Un día como hoy, hace ocho años, llegaba a España, dejando atrás el país en el que había nacido, un trabajo que me hacía feliz, amigos, tíos y 27 años de historia personal, en aras de algo totalmente incierto.
Con unos pantalones verdes, una camiseta negra y mi abrigo blanco favorito, me subí al mismo avión en el que había trabajado hasta entonces, llevando lo mínimo e imprescindible para mi vida, que no para todos son las mismas cosas. Yo nunca hubiera dejado mis fotografías, ciertos libros, compañeros inseparables, música que no se encuentra más allá del océano, y los cuadros enrollados en un estuche especial.
Salí de Buenos Aires con pasaporte Argentino y entré a Madrid, un día después, con pasaporte Español.
Vine a España a comerme el mundo y así lo hice, para dejar que me comiera también, para morir y renacer mil veces y convertirme en mujer y madre.
Pero aquel día de mayo, cuando cambié el otoño por la primavera, aún no lo sabía.
No imaginaba cómo serían mis primeros días en Madrid. Todo el fin de semana sola, mirando películas que pasaban por televisión y sin poder hacer absolutamente nada más.
Necesitaba descansar mi mente y mi cuerpo y entender que eso era lo mejor que me estaba sucediendo. Estaba tranquila, segura de que conseguiría pronto un trabajo, pero el miedo me atacaba a cada rato, sobre todo con tanto tiempo para pensar.
Pasaba casi todo el día bebiendo mate, como una manera de hacer que la desconexión con mi tierra no fuera tan de golpe, y porque no tenía otra cosa que hacer más que dedicarme a mí misma, pero no podía quejarme de esa situación que formaba parte de una elección que ya había hecho.
Haberme alejado de todas las personas que quiero fue un modo de alejarme de toda demostración de amor que ahora no tenía a quién darle, lo que me generaba una angustia terrible, aún más por las noches, en la soledad de mi cuarto, lejos del ruido de la televisión y de mis compañeras de piso, que ponían todo de sí para que pudiera sentirme bien. Entonces leo a Coelho que me dice: “Tú, en cambio, estás triste, esto prueba que tu alma continúa viva.”
A la semana de llegar a Madrid ya podía sentir que, en cierto modo, pertenecía a la ciudad. Al revés de lo que dicen quienes han emigrado alguna vez, yo no siento no ser ni de aquí ni de allí, sino que soy de aquí y de allí.
La palabra exilio no me gusta, no se adecua a mí, porque nadie me echó de mi país, me fui sola, buscando no se qué, siguiendo una intuición, tal vez buscando un destino, mi propia vida, motivos o, simplemente, a mí misma. Una misión que debía cumplir. Un instinto que seguir como una voz desprendiéndose de mis entrañas que me marcaba el rumbo hacia algo inexplicable.
Llevo a España en la sangre pero soy Argentina y son dos cosas que no pretendo nunca evitar, como no deseo borrar nada del pasado que forma parte de lo que hoy soy. Lo contrario sería renegar de mi propia esencia.
Horacio y la Maga, personajes de la novela Rayuela de Julio Cortázar, me acompañaron durante esos primeros días, ellos en su vida ficticia entre París y Buenos Aires y yo en la mía real entre Buenos Aires y Madrid. En uno de mis recorridos en metro Horacio me dijo: “Sé que un día llegué a Madrid, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven…” y yo le robé el comentario para hacerlo mío.
Encerrada en esa angustia de recién llegada, en la incertidumbre de la elección de mi camino, me permití pensar que “nada es para siempre”
La eternidad de las cosas puede agobiarte cuando te sientes efímero, cuando ansías ser libre, romper cadenas y echar a volar.
Horacio me dijo entonces: “…ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era mi signo, emblema de los que salen de noche, sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas…” y yo volví a quedarme con su comentario.
3 comentarios:
Me alegro de esa efemérides. Sigue así, con esa fuerza que sale de tu interior.
Besos.
Me ha llegado muy dentro tu narración. Cuentas de una forma amena y tierna tu historia.
Tengo el manual del Guerrero de la luz siempre a mano y me gusta abrirlo al azar cuando necesito que Paulo me de un consejo.
un abrazo
Es poético las conversaciones que tienes con Horacio y la Maga en Madrid ( Cortazar y su Rayuela, entre otros, han sido mi lectura y escritor preferido). También un 10 de mayo me casé, paso importante en una vida.
Me alegra mucho que tomaras esa decisión y así haberte conocido un poco.
Que seas feliz, bienvenida.
un beso
Publicar un comentario