Era Heian, Japón…
Es madrugada en el patio frente a la pagoda del Shogun.
Tú estás de rodillas en el suelo, dispuesto a recibir tu condena.
Yo, a tu lado, desgarrada, intentando interceder por ti…
Dos guerreros frente a nosotros muestran un enfado tal de una traición sin perdón… El que más, hace temblar su barba triangular y sus ojos están rojos de ira.
Te matan... con tu propio sable de Samurái...
...Y a mí, me clavan una daga en el medio del pecho.
Aún no sé si son mis sentimientos o es el filo frío de la hoja, verdaderamente, traspasando mi piel…
1 comentario:
saludos, el sentido romántico de tu poema está bien y bonito, pero es históricamente incorrecto
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