Cuando lo que queda es la herida de lo amado.
Cuando quema el recuerdo.
Cuando escuece la piel que te ha tocado.
Cuando el hambre se fue con su equipaje
y ni lágrimas acuden a sanarte.
Es entonces cuando te preguntas,
¿para qué amar, haber amado?
¿Para qué tocar y ser tocado
por manos que tan pronto
se convierten en garras,
que tan pronto atrapan
como empujan al vacío?
Y se escapan los insomnios, los develos.
Se van lejos los temblores del encuentro.
Se deshacen la pasiones en sudores
que tan pronto se evaporan en el viento.
Mientras palpas, sin creerlo, tus heridas,
lo único que quedó como recuerdo.
Lacerantes vestigios de un encuentro
que intentará borrar sus huellas
del camino que te empuja hacia adelante.
Ya sé, no quieres ir, estás cansada
del amor que llega, hiere y pasa.
La fe se va haciendo más escasa,
como incierto puede ser el recorrido.
La certeza que te abruma en esta hora,
único compañero que queda y ¿acompaña?
es un regusto acerbo de lo dado.
Le llaman dolor y es tu calvario.
Te levantarás mañana, sola,
para marcar el paso nuevamente
y llegará otra vez, irremediablemente,
el amor, tal vez la herida...
otra marca que dirá
cuánto has amado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario