Están los que llevan amuletos.
Los que hacen promesas.
Los que imploran al cielo.
Los que creen en supersticiones.
Y están los que siguen corriendo cuando les tiemblan las piernas.
Los que siguen jugando cuando no les alcanza el aire.
Los que siguen luchando cuando todo parece perdido.
Como si cada vez fuera la última.
Convencidos de que la vida misma es un desafio.
Sufren pero no se quejan.
Porque saben que el dolor pasa.
Que el sudor se seca.
Que el cansancio se termina.
Pero hay algo que nunca desaparecerá: La satisfacción de haberlo logrado.
En sus venas corre la misma sangre.
Lo que los hace diferentes es su "espíritu".
La determinaión de alcanzar una cima.
Una cima a la que no se llega superando a los demás, sino a uno mismo.
Daisaku Ikeda
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