Estoy perdida, aturdida, dada vuelta, patas arriba (que diría el uruguayo).
Ya no sé donde queda el bien y el mal, la cordura y la locura, la inteligencia y la ignorancia, la verdad y la mentira. Solo me queda la brújula interior para orientarme y me jode muchísimo cuando la aguja empieza a temblar como una loca entre mis costillas. Me jode porque no se equivoca, nunca, ¡maldita sea! ...y bendita, al mismo tiempo.
Se me están desdibujado personas pero, sobre todo, se están desdibujado valores y hay que atesorarlos como a los caramelos de uva. Cuando encontramos a alguien a quien le asoman aún por el bolsillo la sinceridad, las ganas y el coraje. La lealtad, la palabra y la generosidad derramada en el abrazo compasivo y comprensivo. El amor. Hay que apuntarse su nombre y sus ideas como hacía José en sus libretas, hay que prendérselo en la solapa imaginaria de la esperanza.
¿Cómo puede ser que le tengamos miedo a vivir?
Gabriela Collado
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