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Lo que abre el amor, que no lo cierre el miedo.


domingo, 14 de febrero de 2021

A Dios pongo por testigo




A Dios pongo por testigo,
no sé encajar en el amor.
Por no saber, 
no sé encajar en nada.
Siempre me sobresalgo. 
No, no es soberbia, 
quizás rebeldía, 
desgana de encajar.
Seré honesta 
o lo intentaré, al menos.
Todo esto es ironía,
no se encaja en lo que se es.
Ahora mismo veo la tierra quemada,
lo que se llevó el viento 
y juro que nunca más 
volveré a pasar hambre.
Miento. 
Me engaño. 
Quiero encajar otra vez. 
En la cajita feliz de un payaso perverso.
Eso no es el amor. 
¿Qué haces? 
¿A dónde vas pequeña? 
Me escucho en un rincón de mi cabeza.
Vuelvo al quincho de mi casa lejana. 
Toco la guitarra para mi padre. 
Para el pequeñísimo espacio afectivo que me deja. 
Compito con mi madre. 
Creo que a ella no le queda nada. 
Espero su aplauso. 
El de él. 
Ella me advierte como un mal conjuro. 
Bella no despierta, 
se ahoga en pesadillas.
Vuelve. 
Regresa. 
Insiste la voz lejana.
Sé que me robaron y mi guitarra. 
"Dónde están las llaves, matarile, rile, rile.
Dónde están las llaves, matarile, rile, ron".
Quiero estar sentada al sol en el parque. 
Sentir que llevas tiempo a mi lado.
No haber llevado la cuenta, 
porque lo natural no se mide, 
es obvio y preciso, 
como la primavera.

miércoles, 10 de febrero de 2021

Thelma & Louise


No sé qué andaré buscando en la filmoteca de los pasadizos del tiempo. Ha de ser algo así como mi propio Cinema Paradiso. O un modo de ir recogiendo las miguitas que me dejó Pulgarcito de camino al bosque de las sombras. Te cuento un secreto, yo creo que en realidad estos personajes se escapan de sus cintas para venir a buscarme, así como en Toy Story, para rescatarme de un sambódromo colectivo que me tiene zumbada por momentos. Entonces, un piececito regresa sigilosamente a un tiempo en el que la vida parecía más cierta, donde todavía no sabíamos qué podían hacernos el gluten ni la lactosa, fumábamos Marlboro porque era 'chic' y nos decíamos las cosas a la cara, así, con tremebunda valentía. Teníamos el coraje descarado de acordar un encuentro para decir te quiero, te deseo o se acabó. Sí, sí, así como te lo cuento, a los ojos, sin pestañear y pagando el café. El tiempo del otro se respetaba, los sentimientos también. Bueno, sí, me excedo de romántica a veces y tiendo a exagerar. Había de todo, también ahora, pero había más encuentros, más ojos, más piel, más... no sé, yo iba a casa de mi abuela y abría la Siam de toda la vida para partir el hielo y de ahí al videoclub con amigos para elegir una película durante más tiempo del que duraba.
El otro día vino a buscarme un fotógrafo de la National Grographic para decirme que hay certezas que solo se dan una vez en la vida, aunque eso ahora me parece mucho. Luego me encontré con un soldado ruso con el que entendí que uno no se muere cuando ama. Y, después, pasaron a buscarme dos amigas en un Thunderbird del '66 para echar a volar en libertad al cañón del colorado, sin mirar atrás, siempre hacia adelante.
Resurgiré del Dead Horse Point y esperaré al próximo viajero del tiempo que, como en el cuento de Charles Dickens, quiera llevarme a recuperar algo importante que dejé olvidado tiempo atrás. 
Por ahora, soñaré con un sendero sin límites en el horizonte y besos con sabor a Jamie Bennett en Love Actually.

Gabriela Collado

Enemigo a las Puertas


Él le dijo: “todas estas personas saben que van a morir, así que cada noche que logran volver, es un regalo. Así que cada taza de té, cada cigarrillo, se convierte en una celebración porque para muchos de nosotros puede que sea nuestra última noche.”
Llevo días pensando en ella, semanas, meses tal vez, porque, cuando la ves por primera vez, te cambian ciertas visiones para siempre. Porque hay cosas que te llevan a recordarla. Aunque no quieras. Como ahora. ¿Qué sería del envidioso si el otro no viviera por él? ¿Qué sería del orgulloso y el necio si no le convencieran de que puede ganar algo? ¿Qué sería del miedoso si le quitaran su miedo? Esto aprendí al verla, que el que maneja la información, maneja el juego. Será por eso, ¡la pucha!, que no hago más que recordarla. 
Un solo hombre (en apariencia o como lo contó la historia), sostenido por la determinación; con el amor y la inteligencia a cada lado; ganó la batalla. Stalingrado, 1943. Las historias no hacen más que repetirse a lo largo del tiempo, en bucle, como los surcos de un disco que se raya hasta que alguien retrocede la púa y vuelve a empezar. ¿Quién retrocede la púa? No, no es lo mismo, se le parece; mucho a veces. La historia nos da constantemente la oportunidad de cambiarla. Ahora, mañana, todo el rato. Aunque Danilov le diga a Vassili: "el hombre nunca cambiará. Nos hemos esforzado tanto en construir una sociedad equitativa donde no hubiera nada que envidiar al vecino. Pero siempre hay algo que envidiar. Una sonrisa, una amistad, algo que no tenemos y de lo que queremos apropiarnos”; hoy elijo quedarme con la que es, tal vez, la escena erótica más conmovedora y entrañable de la historia del cine. Nunca el amor y la muerte se desearon tanto en un efímero instante.
"-Sabía que no habías muerto, le dijo ella. -¿Por qué?, preguntó él. -Porque acabamos de conocernos."
Enemigo a las Puertas, hoy volví a verla. 

Gabriela Collado

Patas arriba


Estoy perdida, aturdida, dada vuelta, patas arriba (que diría el uruguayo).
Ya no sé donde queda el bien y el mal, la cordura y la locura, la inteligencia y la ignorancia, la verdad y la mentira. Solo me queda la brújula interior para orientarme y me jode muchísimo cuando la aguja empieza a temblar como una loca entre mis costillas. Me jode porque no se equivoca, nunca, ¡maldita sea! ...y bendita, al mismo tiempo. 
Se me están desdibujado personas pero, sobre todo, se están desdibujado valores y hay que atesorarlos como a los caramelos de uva. Cuando encontramos a alguien a quien le asoman aún por el bolsillo la sinceridad, las ganas y el coraje. La lealtad, la palabra y la generosidad derramada en el abrazo compasivo y comprensivo. El amor. Hay que apuntarse su nombre y sus ideas como hacía José en sus libretas, hay que prendérselo en la solapa imaginaria de la esperanza. 
¿Cómo puede ser que le tengamos miedo a vivir?

Gabriela Collado

¿O será Un don?


Dicen, los que sienten tanto como yo siento, que es un don.
Dicen mis entrañas que bien podría tratarse de una maldición arrastrada de una selva perdida en el tiempo, donde aún permanece el hoyo negro que se me forma cuando te siento.
Si no sintiera tanto como siento, no te sentiría. Y, dicen también, que tengo que sentirte para que te sientas. Se ve que vos también traes otra maldición heredada, la de no sentir. ¿O será un don?

Gabriela Collado

Te quiero


Voy a empezar a decir te quiero a todo el mundo y el que se asuste que salga corriendo. 
Sí, te quiero.
O te amo, que es mejor.
¿Puede haber alguien que se asuste al escucharlo? 
Sí, ya sabes a qué me refiero.
Soy querendona. Siento amor hacia la vida, hacia la buena gente, hacia los esfuerzos del otro en su andar, hacia mí misma. 
No creo que el amor pueda "pichulearse". Te quiero menos, te quiero poco, te quiero si...
¿Qué tanto? 
¡Yo te quiero!
Y me sale decirte te quiero cuando te siento triste, cuando me haces reír, cuando me recuerdas emocionarme, cuando me veo en tu espejo, cuando tienes miedo, cuando te entregas, en el afecto, en tu don, incluso en tu torpeza. 
Te quiero, le digo al espejo, que antes también quería salir corriendo. 
Te quiero porque sí. 
Te quiero porque te quiero.
Te quiero porque cuando aprendes a querer no puedes hacer otra cosa.
Te quiero sin por qué. 
Te quiero sin falta.
Te quiero sin prisa.
Te quiero sin poseerte.
Te quiero por ser.
Te amo.
Solo puedes correr si no entiendes que eres amor y, aunque corras lo seguirás siendo.
Soy tu espejo en el que hoy te miras y te dice...
Te quiero.

⚜ Maga

Me lo dijo


Me lo dijo, hace muchos años, uno de esos maestros que tienen la misión de transmitirte un mensaje, no de cualquier manera, sino cerciorándose de que te llegue, de que lo sientas, de que lo guardes aunque no vayas a comprenderlo hasta pasado mucho tiempo. 
Me lo dijo uno de los más grandes maestros que me puso la vida por delante. Aunque todos lo sean, unos lo son más que otros. Los que te aman, los que te ven, no solo lo que muestras, si no más allá, lo que no dices, tu potencial de oso aunque te creas hormiga.
Me lo dijo como dejándolo caer con el agua del mate sobre la yerba, como quien habla del tiempo y el calor que hará mañana y lo que tiene que hacer el lunes. 
Me lo dijo y lo repetí para otros, como enseñando y, así, lo iba grabando para mí, en mi consciente y mi inconsciente, en el hipotálamo, en el ADN, en las generaciones pasadas y futuras de mi árbol genealógico, en todos los cerebros para la humanidad venidera. Lo repetí, lo repetí, lo repetí. Por la boca, por donde mueren los peces, por donde vive el espíritu, por donde crees y hacemos conjuros y perjuramos y expresamos lo que somos.
"Te lo dije", repiten algunos desde la soberbia, después que te diste la hostia, mil veces. "Ti li diji" "leru leru", listo, más que lista con su dedo largo. Pero él no.
Me lo dijo y esperó, es lo que hace el amor y la vida, te espera sin burlarse, sin juzgarte, como la madre al otro lado del pasillo cuando aprendes a andar. Como quien planta la semilla y sabe que estará bajo la tierra madurando, tomando forma, ejerciendo la resistencia y afrontando cada "puñetera" inclemencia del tiempo. En su tiempo, en su momento, cuando todos los planetas se alineen... ¡uy, como ahora! ¡Calla! No cualesquiera, los suyos, los propios.
Me lo dijo. 5 palabras a las que tuve que ir moldeando y dando fuerza, sentido, mucho sentido, hasta que pudiera comprenderlas realmente; hacerlas carne, como dijo el Maestro, el otro, con mayúsculas. 
Me lo dijo y se fue durante años, décadas, en silencio, haciendo mutis por el foro. Pero mutis total, para siempre y para no irse nunca más. 
Y ahí quedaron las 5 palabras como el enigma más importante a descifrar en toda tu vida, como los criptogramas del Código Da Vinci, como los crucigramas de mi padre. 5 palabras horizontal: la respuesta en el próximo Reader's Digest. 
Me lo dijo. 
"Amar es soltar el control". 

Gabriela Collado
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