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Lo que abre el amor, que no lo cierre el miedo.


sábado, 16 de enero de 2021

Los muebles de la casa



Los muebles de la casa en la que vivo no los elegí yo y tampoco sé quien lo hizo ni por qué; pero sí elegí algunos, principalmente los de la habitación en la que duermo, sueño, me confieso mis penas y mis deseos más íntimos, me visto y me desvisto y, a veces también, estudio, trabajo, como y hablo por teléfono. Los muebles de este cuarto son antiguos; los compré en distintos rastros de la ciudad, menos uno, que estaba en la casa de dos viejitos que murieron y su hija lo anunció por Internet. Cuando fui a buscarlo me regaló un cuadrorelieve de un ángel que puse junto a los míos. Podría haber comprado esos muebles suecos que te traes en el bolsillo y luego se despliegan en ciento cincuenta partes como los objetos del bolso de Mary Poppins, en cambio, me fui al galpón que está frente al cementerio, cruzando el río, donde se recuperan las almas perdidas a golpe de lija, barniz y frases de la biblia. No sé a quien pertenecieron ni sé que historias traen consigo y también me he reprochado el no saberlo y andar metiendo cualquier energía en mi espacio más íntimo, como tal vez hiciera con algún hombre. En una ocasión, alguien me dijo que éste, mi santuario, le recordaba a la casa de infancia de su pueblo. Tal vez es eso lo que he construido entre estos muros y una ventana, un rincón para contener a mis ancestros y sentir que una familia me precede y supo guardar algo para mí. Eso pesa mucho ahora, así dicho. Así que suena más romántico el querer recuperar retazos de otras vidas en las que fui feliz para recordar en ésta el camino. Y, si me miro al doble espejo que adorna las puertas del antiguo armario, puedo verme vestida de largo y encorsetada hasta perder el aliento y haciendo que alguien más lo perdiera al verme. Lo cierto es que estos son los únicos muebles que aún no se han roto, igualito que algunos sueños persistentes que también ya vienen de lejos. Yo sé que lo de los muebles tiene mucho que ver con mi alma, vieja nostalgiosa que impone sus condiciones cuando estoy distraída. Todavía tengo que concederle un par de caprichos con los que me insiste desde cuando las velas me cabían en la tarta: África y México. ¿Y si tuviera que ver con los muebles? Creo que esta noche voy a meterme en el armario, con suerte, aparezca en la versión Maya de Narnia. 

Gabriela Collado

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