A Dios pongo por testigo,
no sé encajar en el amor.
Por no saber,
no sé encajar en nada.
Siempre me sobresalgo.
No, no es soberbia,
quizás rebeldía,
desgana de encajar.
Seré honesta
o lo intentaré, al menos.
Todo esto es ironía,
no se encaja en lo que se es.
Ahora mismo veo la tierra quemada,
lo que se llevó el viento
y juro que nunca más
volveré a pasar hambre.
Miento.
Me engaño.
Quiero encajar otra vez.
En la cajita feliz de un payaso perverso.
Eso no es el amor.
¿Qué haces?
¿A dónde vas pequeña?
Me escucho en un rincón de mi cabeza.
Vuelvo al quincho de mi casa lejana.
Toco la guitarra para mi padre.
Para el pequeñísimo espacio afectivo que me deja.
Compito con mi madre.
Creo que a ella no le queda nada.
Espero su aplauso.
El de él.
Ella me advierte como un mal conjuro.
Bella no despierta,
se ahoga en pesadillas.
Vuelve.
Regresa.
Insiste la voz lejana.
Sé que me robaron y mi guitarra.
"Dónde están las llaves, matarile, rile, rile.
Dónde están las llaves, matarile, rile, ron".
Quiero estar sentada al sol en el parque.
Sentir que llevas tiempo a mi lado.
No haber llevado la cuenta,
porque lo natural no se mide,
es obvio y preciso,
como la primavera.