Nos prohibieron enojarnos y se burlaron de nuestro llanto.
Nos ofrecieron ayuda a cambio de explicaciones,
consejo a cambio de idolatría
y cariño a cambio de amistad.
Y, como teníamos las rodillas dobladas, los vimos grandes.
Y, como teníamos el corazón puro, dimos gracias.
Entonces llegó la inocencia y puso luz a la ingenuidad.
Y no pidió nada a cambio, sencillamente nos arrebató los
bastones
ante nuestro gesto de pánico y arrojándolos lejos de nuestro
alcance dijo:
"levántate y anda".
No sabíamos que nuestras piernas fueran tan fuertes,
desconocíamos su ardiente deseo por vivir de pie.
Entonces hicimos arder en la pira de la ira a las muletas,
lloramos fervientemente su pérdida hasta reírnos a
carcajadas.
Le dijimos basta al cáncer de emociones podridas y
expresiones tullidas
que nos carcomía por dentro.
Bailamos ante sus miradas de espanto
y reconocimos su miedo en sus maldiciones.
En nuestro vuelo hacia la libertad comprendimos su
esclavitud
pero debíamos seguir volando
para que la envidia los llevara a imitarnos.
Pero no creáis que dejamos de tener miedo
simplemente lo hicimos nuestro aliado
descubrimos su revés que sólo puede ser uno:
el Amor.
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